Estimadas directoras Alejandra Paredes del Liceo Matilde Brandau, Alejandra Grebe  directora nacional DEP, Seremi de Educación Sra. Patricia Colarte, Presidente del Consejo Local SLEP de Valparaíso Sebastián Vicencio, Señora Jessica Gallardo presidenta del Comité directivo local, representantes de los estudiantes en el Consejo Local, representantes gremiales, docentes, asistentes, comunidad educativa y muy especialmente los estudiantes. He querido en esta ocasión redactar mis palabras, primero porque estoy circunscrito a un tiempo limitado que desde comunicaciones me lo dejaron muy claro y segundo porque como soy profesor, y además del campo de las Humanidades -como varios de los presentes- tenemos la tentación de querer abordarlo todo cuando nos dan la oportunidad de hablar y por lo mismo siempre sobrepasamos las temporalidades permitidas. Seguramente se pueden haber generado sonrisas cómplices en los participantes por este reconocimiento de oralidades, lo cual, tiene un segundo objetivo, y que a mi juicio es una actitud crucial que necesitamos en estos tiempos de desborde, tiempos de incertidumbre, y me refiero al optimismo, que como toda actitud refleja un valor, el valor de creer, de saber esperar, de movilizar esfuerzos por mejorar nuestra condición existencial, profesional o laboral, y hacer de la sonrisa un espacio de acogida de reencuentro, de restablecer confianzas, pero por sobre todo de trabajar incansablemente con la certeza de que contribuimos a mejorar nuestro entorno, pese a las adversidades como las vividas a menos de una semana de iniciar el año escolar, en la que nos han desvalijado establecimientos que se encontraban en óptimas condiciones, pero en una noche rompen murallas de varias salas y se llevan hasta los hervidores de agua o las balaceras que han afectado a Jardines y Escuelas.

Planteó el tema del optimismo como una condición vital porque en estos tiempos de mucha frustración, la angustia, la desesperanza, el malestar, la rabia han ido en aumento y se toman la cotidianidad… y se tiende a plantear posturas dicotómicas, exacerbadas, negro o blanco, cuando la realidad tiene muchos matices, es rica en tonalidades. Tanto los discursos de que todo está excelente, perfecto, como los de que todo es pésimo, nada se ha hecho, abandono total, son posturas que NO nos acercan, sino más bien nos distancian. En posiciones extremas no hay punto de conciliación, no es posible establecer un dialogo, una mediación, que requiere de reconocer en el otro ciertos niveles de verdad, de realidad, sólo desde este punto de reconocimiento mutuo es posible comprender y asumir en forma corresponsable, que, si bien hemos contribuido a mejorar espacios de educación de calidad, siempre es posible hacer más cosas y de mejor manera, como también reconocer los errores como fuente de aprendizaje, que deben transformarse en oportunidades de crecimiento. De esta forma una comunidad es propiamente tal, una común unidad. Es una realidad viva que reflexiona sobre sus prácticas, establece deficiencias, se congratula de sus logros, genera compromisos para transformarse y se corrige fraternalmente.

No podemos olvidar que asistimos a un momento histórico, que más que una época de cambios es un cambio de época, en el cual la transformación hacia una educación pública, es un hito que no se realizaba hace más de 40 años, revertir una dinámica de cuatro décadas, requiere de un tremendo esfuerzo mancomunado, quisiéramos que fuera en pocos años pero eso es irreal, sería mentirnos, y generar falsas expectativas, tampoco puede ser esta claridad un argumento para detenernos y debe por el contrario reforzar nuestro trabajo en responder con una educación pública requerida para las actuales condiciones, que además se han visto afectadas por casi dos años de un naufragio vital sin precedentes para estas generaciones.

Hay mucho cansancio que transformar en vitalidad, mucha desolación en esperanza, mucha rabia en alegría, mucha duda en construcción de certezas. Hay que hacer de lo ordinario algo extraordinario. Por eso el optimismo me parece la clave para enfrentar las demandas, la interacción, el diálogo, el trabajo conjunto. Esto mejora los ambientes educativos y trae como consecuencia entender la educación no solo como un derecho y un deber, sino fundamentalmente común querer, clave de una verdadera vocación pública.

No me cabe duda de que la mayoría de las y los profesores, los asistentes, los equipos directivos, los apoderados, los estudiantes, seguirán respondiendo con creces a las demandas de hacer de la educación, un espacio de mayor equidad, inclusión y calidad.

Por eso estamos seguros y así lo han manifestado la mayoría de las comunidades educativas estar cansadas de trabas, postergaciones, discursos apocalípticos, solicitudes de condiciones inalcanzables, como también de la ausencia de respuestas oportunas, o lentitud de procesos burocráticos que no se ajustan a lo requerido por la nueva educación pública. Cuando escuchamos que no están dadas las condiciones, cuando generalizamos casos extremos que cuando mucho son 6 de un total de 66 EE, es decir un 9,1% me reafirma la convicción de la necesidad de un cambio de actitud, de mirada menos sesgada. Ni apocalípticos ni integrados titulaba su texto Martín Hopenhayn en 1991. Pero, en fin, esa tensión se resuelve y se salva una vez más con comunidades comprometidas, qué han aprendido a valorar la presencialidad de manera abrupta tras dos años de pandemia.

Permítanme graficar en un audio NN que escuche y transcribo de una docente postulando a una localidad rural X, que señalaba que sus entrevistadores parecía que querían persuadirla de que no postulará tras una serie de preguntas sobre la ausencia de condiciones al lugar que pretendía ir a trabajar, cito: “pero qué pasa si se te acaba la mercadería o el gas de la casa a mitad de mes y faltan 20 días para el viaje, ya pero que vas a hacer muchacha si no hay material didáctico, pero qué vas a hacer…. La postulante: un piiiiii qué voy a hacer, si ya estoy ahí, me las arreglo con lo que tengo, no es primera vez que me pasa, que enfrento situaciones didácticas sin todas las herramientas necesarias, por favor, nunca un profesor ha tenido todo lo que necesita señora”

Este relato nos coloca en la actitud que sabemos que nuestros docentes, asistentes, equipos directivos has tenido frente a la adversidad, nos sabemos sin todas las condiciones, pero eso nunca es una excusa para dejar de cumplir una labor profesional que es una opción vocacional.

He querido centrar mis palabras no en una cuenta anual pues para eso hay otra instancia formal, sino más bien en una reflexión que da cuenta que estamos confiados en ir en la senda correcta, construyendo caminos en forma conjunta, reconociendo lo tremenda capacidad de autogestión que tienen las comunidades educativas, las innumerables demandas y recursos limitados con lo que contamos. Sabemos que estos esfuerzos se traducen cómo lo hemos dicho reiteradamente en mejorar la calidad de vida de nuestros estudiantes y la esperanza de sus familias en un mejor mañana, mañana que es hoy.

Muchas gracias.